Esta raza de perro es natural de la zona este asiática, y es considerada una desviación de los míticos perros lanudos del Tibet. Derivación tras derivación, se conocen las primeras documentaciones oficiales en grabados coreanos de hace 4.000 años, y otros del siglo VIII inmersos en la corte imperial de China, en plena dinastía H´ang.
Para el imperio, este animal surgía en una época mitológica, y aquí hay un pequeño párrafo sobre este origen: -Perdidamente enamorado de una pequeña mona, el rey león pidió permiso al Dios Mago Hai Ho para desposarla. -Si estás dispuesto a sacrificar tu fuerza y tu tamaño, te doy mi consentimiento, fue la respuesta del Dios.
Para el imperio, este animal surgía en una época mitológica, y aquí hay un pequeño párrafo sobre este origen: -Perdidamente enamorado de una pequeña mona, el rey león pidió permiso al Dios Mago Hai Ho para desposarla. -Si estás dispuesto a sacrificar tu fuerza y tu tamaño, te doy mi consentimiento, fue la respuesta del Dios.
Según la leyenda china, nació el pekinés. Valiente y orgulloso como su padre y pequeño, amoroso e inteligente como su madre.
Adorado por el budismo, fue convertido en símbolo mismo de esta religión. Capricho y pasión de la familia imperial, vivió durante siglos en la Ciudad Prohibida en Pekin (de ahí el nombre de la raza), sin ningún contacto con el mundo exterior.
En esa época, el valor de joya de la familia imperial de esta raza de perritos, invocaba leyes especiales en las cuales una falta de protocolo frente a ellos se castigaba con cárcel; el robo, y el secuestro o el asesinato de un pekinés se pagaba directamente con la vida del que lo cometia.
Adorado por el budismo, fue convertido en símbolo mismo de esta religión. Capricho y pasión de la familia imperial, vivió durante siglos en la Ciudad Prohibida en Pekin (de ahí el nombre de la raza), sin ningún contacto con el mundo exterior.
En esa época, el valor de joya de la familia imperial de esta raza de perritos, invocaba leyes especiales en las cuales una falta de protocolo frente a ellos se castigaba con cárcel; el robo, y el secuestro o el asesinato de un pekinés se pagaba directamente con la vida del que lo cometia.
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